Abríase el universo a la vida
la noche perdía su madurez oscura y mística,
cien ojos acechaban desde los confines
mientras un germen iniciático reverberaba formas al espacio.
El movimiento tomaba por caminos irredentos,
la cigota espacial inauguraba el primer vientre
y una exultante ebullición se multiplicaba en cepas sucesivas.
Así
en el caos de ese caldo
algún día
prendí mi manita desamparada
y comencé a rodar
entre lágrimas y sonrisas.
Como un trompo giro ahora
en oleadas hacia el centro
y me encuentro...
desde afuera vertida
a mi esencia indisoluble
donde, al fin,
soy.
GRACIELA PAOLI